viernes, 31 de octubre de 2008

EL VERANO LLEGA DEMASIADO RÁPIDO Y LUEGO ACELERA

Once meses trabajando y no parar de trabajar. El trabajo no termina cuando suena la sirena ni cuando llega agosto. En el consumo y en el ocio el trabajo continúa, sigues sometido a sus resultados y a un mundo transformado por él. Parques temáticos, viajes precocinados, meses de gimnasio para lucir tu alienación… cuando no paras de rozar mercancías no dejas de ser una mercancía.
El verano promete pero no consigue. Su estado de excepción no es suficiente, ni aún con 11 meses de este estado de excepción sería suficiente. El secreto mejor guardado de esta sociedad no es que el verano sea una bocanada de oxígeno en medio de una vida de trabajo, sino que la vida es mucho más que respirar.
A la hora de la felicidad no hacemos cosas tan emocionantes porque todas las cosas emocionantes que este mundo te permite se realizan desde la pasividad. Se descubre la mentira del fin de semana cuando el fin de semana es el día a día. Soledad, desgana, ansiedad y una de las máximas expresiones de nuestra miseria: la búsqueda de una justificación para demostrar y demostrarnos que nuestro tiempo ha merecido la pena. Llega Septiembre y no es fácil fingir por tan poco. Y es triste al cuadrado porque realmente disfrutamos de algunos de los momentos de oler culos de otros perros y hacer pis en los paseos que la economía nos da. Por eso, a pesar de todo, la depresión postvacacional. Esta es la medida exacta de nuestro subdesarrollo.
El capitalismo gestiona un modo de producción histórico e irreversible como si todavía fuera el modo de producción cíclico agrario. Las consecuencias son dos: la primera es una vivencia esquizofrénica del tiempo, en un tiempo seudocíclico en el que “lo vivido queda privado de decisión y sometido ya no al orden natural sino a la seudonaturaleza desarrollada en el trabajo alienado”. De esta forma la experiencia temporal queda casi suprimida y nuestra vida parece flotar en una llanura sin combate. Esto es posible gracias al apoyo en las huellas naturales del tiempo cíclico, como es el verano. La segunda consecuencia es que la producción acumulativa cualitativamente desaprovechada retorna en forma de polución. La tecnología moderna obligada a servir al crecimiento cuantitativo de la economía destroza ecosistemas, agota recursos, y como dice la EdN, se ha lanzado a la empresa de producir sistemáticamente un mundo inaprovechable.
Sin ponernos muy rebuscados, el mero hecho de transgredir los estúpidos sistemas de normas que convierten un producto social en mercancía ya hubiera supuesto una pizca de liberación en este verano. Pensamos en comandos organizados de asalto nocturno a piscinas, porque no solo la gente de Arturo Soria merece un chapuzón de medianoche. También en búsquedas del tesoro, saqueos, juegos de exploración sensitiva, vandalismo, fiestas ilegales en huertos okupas, difamación de odiosos personajes públicos, amigos invisibles de regalos robados, sexo por la tarde en la playa…

No somos del todo ingenuxs al proponer este tipo de acciones, no sólo como mero contrapeso contra las inercias alienantes de la militancia o porque contengan algo de placer real, sino por una cuestión que ha sido infravalorada en los ambientes antagonistas y que merece detenerse en ella. El espectáculo es ante todo una separación consumada y generalizada. La destrucción de las comunidades ha roto la posibilidad del diálogo real, de la lógica, del sentido histórico. En definitiva, la capacidad de reconocernos como proletarios y combatir para hacer desaparecer las clases y el Estado. Este tipo de juegos de apariencia inofensiva introducen una inflexión. Generan comunidad en medio de la inercia disgregadora de la forma mercancía. Y serán las comunidades, la recuperación de la capacidad de encuentro, el humus del que pueda rebrotar la conciencia de clase y con ella otro nuevo asalto a los cielos.
Ñaque pone el acento en esto. Sin embargo es urgente darnos cuenta que, si bien este tipo de planteamientos heterodoxos de filiación situacionista son todavía necesarios, ya están llegando tarde. Son necesarios porque las condiciones de alienación propias de los años 60 en parte siguen vigentes y también porque un buen porcentaje del espectro revolucionario continúa anclado en coordenadas absolutamente anacrónicas propias de los años 30 (antifascismo, anarcosindicalismo etc.). Pero llegan tarde porque nos encontramos en el umbral de un enorme cambio en el contexto material del mundo y por tanto en el modo de organización social que lo regirá. El cenit de producción de petróleo y el previsible colapso del sistema industrial son incompatibles con una teoría emancipatoria creada en los años dorados del welfare1 y del crecimiento ilimitado, que tenía en la tecnología la llave de la abundancia. El nuevo reto para aquellxs que lo apostamos todo en la revolución de la vida cotidiana será el reencantamiento del mundo en un escenario de decrecimiento irreversible.

Ñaque
(menudxs aventurerxs somos)



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